Cuando salí de República Dominicana en abril de 2015, la verdad, mi viaje tenía rumbo medio definido. Me fui de Quisqueya por varias razones, más bien, por varias personas: por mí, por mi esposo, por mi familia. Lo que al principio estuvo medio claro y visible en concepto, pasó a ser turbio y opaco con ojos abiertos. Ya me había ido. Estaba en la Gran Manzana y no sabía por dónde morder.
En este año sabático…

