Rafael Marmolejos es constructor a sus 46 años de edad. Coloca las líneas de block y traza los diseños de la obra junto al ingeniero. Es una especie única en Guaco-Los Valerio (Burende, La Vega, R.D.) por la definición de sus músculos y el tiempo que dedica al trabajo.
Se levanta a las 5:00 a. m. para comenzar sus labores dos horas más tarde. Absorbe cada rayo de sol y regresa a casa alrededor de las 7:00 p.m. Su esposa Sonia le llama la atención porque decide reposar en la galería de casa sin una camiseta puesta. “Ese hombre lo que quiere e’ exhibirse”, dice para protestar por su hábito.

El cuerpo de Rafael nunca ha levantado pesas en el gimnasio casero de la zona, pero dice que quisiera experimentarlo algún día. “Yo creo que eso (el gimnasio) ayudaría a uno a hacei ei trabajo mejoi”, me explica el hombre que comenzó a realizar trabajo forzado a los 16 años de edad.

Marmolejos, quien ha desarrollado una sinusitis por los residuos del cemento, alega no tener ningún problema de salud. Trabaja 8 horas por 700 pesos (15 dólares) al día y considera que “tener los músculos para la construcción es una bendición”.

“Una ve’, a un compañero de trabajo se le cayó un block en la cabeza de otro, y poique era un block de eso de lo’ malo’, no lo mató”, cuenta Rafael sobre uno de sus días en el trabajo. Bebe Fortimalt para fortalecerse y considera que la peor actividad de sus labores es mezclar el cemento.


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